Alojado en uno de los callejones que dan acceso a la Plaza Mayor, este mítico bar lleva sirviendo bocadillos desde que muchos tenemos memoria, sus paredes han sido testigo del paso del tiempo por la capital y del inmenso número de visitantes que atrae el corazón de Madrid. Lo reconocerás por las colas que en verano acumula el bar, que despacha más de 1.000 bocatas diarios. Si no quieres esperar hasta conseguir mesa, pídelo para llevar. Tal vez este creciente número de visitantes haya hecho que el nivel de sus bocadillos se vea condicionado. La capacidad de producción de los chicos que allí trabajan no ha mermado, pero si su calidad. Aunque el calamar sigue siendo igual de fresco y sabroso, del pan se echa de menos su crujir.