Todas las personas poseen una interpretación del mundo. Interpretar es ya un quehacer genuinamente filosófico. Por tanto, todas las mujeres y todos los hombres son filósofos y no pueden dejar de serlo sin dimitir de su condición humana. Esta actividad filosófica universal convive con el empeño de una pequeña minoría de individuos que escriben libros de filosofía. Las mejores de estas obras filosóficas son aquellas que, por su inteligencia, hondura y fuerza persuasiva, ayudan a educar y mejorar aquella primera filosofía natural de la gente. La misión suprema de la filosofía es hoy hacerse mundana: filosofía sobre la totalidad del mundo pero también para todo el mundo y, de ser posible, con un poco de mundo. Un filósofo no debe dirigir sus escritos sólo a otros filósofos, sino al ciudadano común, no especializado, que desea vivir su vida de forma más sabia, más significativa, más digna de ser vivida. Y ha de realizar esta importante tarea, además, con buen estilo literario, com... Leer más