Situado en los altos de San Lorenzo, el barrio de La Milagrosa guarda un secreto entre sus calles. Un secreto a voces mejor dicho. «Los tortillas de aquí son adictivas, quien las prueba repite», señala Ángel Hernández mientras se hecha un buchito de Tropical y, con destreza, parte un buen trozo de tortilla antes de echarselo a la boca. El bar apenas tiene un puñado de mesas, pero son apenas las dos de la tarde y el ajetreo en la cocina es un no parar de sartenes, huevos cascados y kilos y kilos de papas cortadas a cuadritos. ¿La previsión? De los fogones debían salir este sábado casi 50 tortillas entre encargos y comensales.